GALERIA ELBA BENITEZ
IGNASI ABALLI
Elba Benítez
Inauguración: 23 de noviembre
“La
ausencia de prueba no es prueba de la ausencia”, o así dice el
aforismo. Por decirlo de otra forma, el hecho de que no podamos ver algo
(o detectarlo de cualquier otro modo) no demuestra que ese algo no
exista en realidad. Es una línea argumental ingeniosa, pero es demasiado
fácil abusar de ella hasta la falacia. Como apuntaba Bertrand Russell,
¿cómo puede alguien demostrar que en este mismo momento no hay una
tetera orbitando alrededor de Marte? ¿Puedes demostrarlo? O, mejor dicho
(y aquí está la clave), ¿puedes desdemostrarlo? No, probablemente no.
Pero más allá del ámbito de la lógica formal, la razón por la que
perdura este aforismo en particular es porque contiene un elemento de
verdad reconocible y comprensible: es cierto que algunas cosas, incluso
quizás muchas cosas, existen más allá de su demostración o tal vez “al
otro lado” de la prueba, como en un equivalente a la cara oculta de la
luna que sabemos que está ahí pero que, en cualquier caso, no podemos
ver: la cara oculta de la vista, del tiempo, del poder, del hecho, del
lenguaje, incluso del pensamiento.
El escrutinio de la relación entre la ausencia y la prueba atraviesa Mirar (el otro lado),
la exposición de Ignasi Aballí que presenta la Galería Elba Benítez.
Desde hace ya tiempo la ausencia es una preocupación que informa la
práctica conceptualmente orientada de Aballí, es a la vez una
herramienta y un contenido, y en su obra ésta se ha manifestado (si es
que se puede decir algo así de una ausencia) en diversas variantes
corolarias, tales como la desaparición, la transparencia y la
invisibilidad.
Sin embargo, en Mirar (el otro lado) Aballí muestra que tanto
la ausencia como la prueba tienen la capacidad de adoptar distintos
ropajes, incluso hasta el punto de invertir su relación mutua. Lo que
está ausente puede haber desaparecido, puede no haber aparecido aún o
puede ser inaccesible. Los textos que no pueden leerse del todo, como en
Doble lectura, están en esencia “ausentes”, aunque sus marcas
permanezcan; por otro lado, los componentes físicos del aire, que se
describen con todo detalle en Menos transparente, están
indiscutiblemente presentes, a pesar de su invisibilidad. Entre un
prólogo y un epílogo independientes y descontextualizados (Prólogo/Epílogo) se extiende un campo de infinitas posibilidades; los índices genéricos de Páginas
(un despliegue de una serie de páginas impresas, amarilleadas y
gastadas, desplazadas de su libro) funcionan como un archivo de la
ausencia, una biblioteca de la pérdida y aún así (y esto es algo
fundamental para el elegante posicionamiento conceptual de Aballí)
también como una promesa de lo que queda en cartera, de los índices y
los libros que vendrán. Así que mientras que Aballí, en el lenguaje
escandalosamente duro de Palabras sobre papel, parece lamentar
la pérdida del papel en tanto el soporte más compartido a lo largo de
los siglos por nuestras fuentes de información, de la misma forma es lo
bastante abierto de mente, es decir, capaz de saber que más allá de la
ausencia de la prueba hay algo distinto que la ausencia, en Cualquier color, obra múltiple, literal y conceptualmente generosa.
Ignasi Aballí (Barcelona, 1958) traza las fugaces marcas que deja el
paso del tiempo en obras que emplean un abanico ecléctico de materiales
no convencionales, como polvo, corrosión, recortes de prensa, jirones de
billetes de banco o líquido corrector de máquina de escribir. La
delicada poesía visual que de ello emerge está imbuída de un sentido
obsesivo, pero no sentimental, de la ausencia y lo efímero. La variada
obra de Aballí incluye piezas basadas en el lenguaje, esculturas de
orientación conceptual, cuadros y fotografías.
Aballí ha expuesto en solitario en el MNACRS (Madrid), el MACBA
(Barcelona), la Pinacoteca do Estado de São Paulo, el Museo Serralves
(Oporto), Artium (Vitoria), el Meesen de Clerq (Bruselas) y la Fundació
Joan Miró (Barcelona) y ha participado en numerosas exposiciones
colectivas. Fue seleccionado para la Bienal de Sydney (1988) y Robert
Storr lo escogió para participar en la 52 Bienal de Venecia en 2007 con
un proyecto de treinta obras de la serie Listados. Ésta en la sexta exposición de Aballí en la Galería Elba Benítez.
George Stolz